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Viaje del Superior General P. Miguel Márquez a Ucrania

El padre Miguel Márquez, Superior General de la Orden de los Carmelitas Descalzos, ha sido testigo directo del sufrimiento y la esperanza del pueblo ucraniano. Acaba de regresar de su visita a las comunidades carmelitas presentes en Ucrania y también a las que han tenido que exiliarse a Polonia. En el programa de Radio María llamado “Hay mucha gente buena” le hacen una entrevista donde cuenta, a través de su mirada contemplativa, lo que ha visto, sentido y vivido junto al pueblo ucraniano y los hermanos y hermanas carmelitas. 

Puedes escuchar la entrevista en este enlace (23-04-22).

Entrevista a Pascual Gil Almela ocd, presidente de Solmun-Ocd

Miguel Márquez ocd, M. Teresa Porcar ocds y P. Pascual Gil ocd

Por M.A.M., 28 de mayo de 2020.

Pascual, teniendo en cuenta tu amplia experiencia, ya que has realizado muchos viajes a África además de los dos años que viviste allí, queremos que nos cuentes las impresiones y emociones recibidas especialmente en este último viaje. Fuiste hace muy poquito, en febrero de 2020, ¿no? ¿Con quién fuiste y con qué finalidad? 

Estuve en febrero con el Provincial, el padre Miguel Márquez y con Mª Teresa Porcar, que es la responsable de proyectos de SolMun-ocd. Y la misión fue revisar los proyectos que tenemos allí, sobre todo en Burkina Faso y Costa de Marfil. También queríamos ver las posibilidades de Togo. ¿La impresión? Que realmente están funcionando. Estuvimos en un periodo normal, después ha venido esta crisis de la pandemia, pero están funcionando.

 

¿Qué evolución has visto a nivel de infraestructuras, sanidad, educación... en Gonzagueville (barriada periférica de Abidjan, la capital de Costa de Marfil), donde está vuestro convento? 

Pues ha cambiado muchísimo. Al principio, hace 20 años, te daba la impresión de que tenías que superar montañas al desplazarte... y ahora está todo asfaltado. Eso ya permite mucho. Entonces eran todo casitas de madera muy desperdigadas.Ahora hay construcciones sólidas, de cemento.

 

¿Y qué impresiones te llevaste de la zona en la que estáis los carmelitas en Burkina Faso? 

Pasa lo mismo, ahora no se parece en nada a como era hace 20 años. Ahora está todo asfaltado, incluso hay semáforos desde hace seis años. En infraestructura han evolucionado mucho para bien. El problema es que el progreso en la gente más pobre no se ve tanto.

 

¿Hay expectativas de que se llegue a la autofinanciación en alguno de los proyectos que financia SolMun-ocd?

Yo creo que a esto le llegará el momento, se autofinanciará, pero todavía se necesita un poco de tiempo. Pero, por ejemplo, tenemos un proyecto que es el orfanato, la Casa Hogar Betania (Costa) que es difícil que se llegue a esto. También vemos que hay mucha colaboración de las personas de allí. Con el tiempo yo creo que sí, con las personas autóctonas de la zona, con posibilidades, gracias a la sensibilidad de los mismos misioneros, a la sensibilidad de la gente del barrio... Pero en Burkina Faso el país es muchísimo más pobre. Es un país con una climatología muy agresiva y necesitan ayuda. La situación que tienen es muy difícil. Nosotros queremos promover la cultura: nuestra biblioteca y centro cultural es la mejor de toda la región. Pero si el estado no es capaz de abrir bibliotecas iguales o mejores que la nuestra, ¿cómo vamos a esperar la autofinanciación? Tenemos que estar apoyando. Aquella zona es pobre, pobre, pobre.

 

Terrorismo, desplazados, malaria, desnutrición, falta de infraestructuras sanitarias, falta de agua potable y ahora se añade la covid-19, que ya ha llegado a África. A los pocos días de acabar vuestro viaje por África fue cuando empezó la pandemia. Creo que no está siendo lo mismo para Costa de Marfil, donde la epidemia se concentra en la capital, que en Burkina Faso. ¿Qué noticias te han llegado de tus hermanos africanos?

Sé que por ahora todavía no está afectando a nuestras zonas. Aunque en Costa de Marfil estamos en la capital, no estamos en el centro. Se ve que la pandemia viene del extranjero y está más o menos controlada o no se desarrolla como aquí. Y en Burkina Faso, como estamos en el Sahel, he tenido noticias de que ha habido cuatro enfermos pero se curaron. Está mucho más controlado que aquí, pero... de un día para otro puede cambiar. Si entra la pandemia en esta tierra sería devastador.

 

¿Cómo viste la Casa Hogar Betania, en la que tantas niñas y jóvenes están creciendo y educándose?

La vi preciosa, muy segura. Las hermanas y nuestros hermanos la están cuidando con un esmero, con una capacidad y profesionalidad... con mucha seguridad. Vi a las niñas muy tranquilas, con una vida muy normal. Una casa como quieren ellas, las hermanas Carmelitas Teresas de San José, que son las que gestionan el orfanato, que sea una casa hogar. Está en uno de los mejores momentos.

 

¿De cuál de los proyectos te sientes más contento?

Es que cada uno es distinto. Podemos pensar, por ejemplo, en cómo ha evolucionado el grifo social en Dédougou (Burkina), que parece de lo más sencillo, pero todavía sigue siendo necesario. Ver cómo ha evolucionado el centro social-cultural Edith Stein, también de Burkina... ¡la cantidad de jóvenes que están estudiando por la noche! Eso, hace diez años no estaba. O ver cómo ha evolucionado la casa-hogar Betania de Costa de Marfil: han salido de esa inseguridad inicial del qué va a pasar con estas niñas o si vamos a ser capaces de mantener la calidad de educación, de manutención de ellas. Es que cada uno es distinto, pero realmente nos podemos sentir contentos de cada uno en concreto.

 

Has sido varias veces presidente de SolMun-ocd, además de miembro fundador, y de nuevo lo eres en este periodo. SolMun-ocd, después de más de 20 años de andadura y muchos proyectos a sus espaldas, pasa de ser ONG a una asociación de la Orden de los Carmelitas Descalzos, sin perder en nada su esencia. Cuéntanos un poco este cambio a qué se debe y qué cambios implica.

Bueno, es que ha cambiado la sociedad ¡no es que hayamos cambiado nosotros! Cuando nació la ONG recuerdo que era necesario tener una organización no gubernamental de este tipo para entrar en el mundo de las subvenciones, que había muchas, el famoso 0,7%. Todo eso después de la crisis del 2008 desapareció totalmente. En estos momentos se hace de tal complejidad tener una ONG de este tipo... Se necesita un aparato administrativo y profesional que, para una organización de voluntarios como la nuestra donde el 100% de los donativos y cuotas es para los proyectos, es muy complejo. No aspiramos a ser una ONG de gente profesional. Así que lo más sencillo es ser una asociación dentro de los Carmelitas Descalzos, que es una organización sin ánimo de lucro, y las características fiscales son las mismas para la desgravación y todo eso. Así que esto es una forma mucho más sencilla y al final es lo mismo.

 

Pascual, eres delegado de Misiones dentro de la Orden de los Carmelitas Descalzos de la Provincia Ibérica. ¿Qué supone este cargo?

Hay dos delegados de misiones, el padre Fidel Gil, más sensible para la parte de América y yo, que estoy al cargo más de las de África. En la orden de los Carmelitas Descalzos las misiones siempre han sido una parte muy importante. Ya en tiempos de Santa Teresa, envió unos carmelitas al Congo, en tiempos de Felipe II. Nosotros para las misiones tenemos una sensibilidad muy especial. Aunque la misión es muy amplia, porque por un lado está la evangelización y por otro está la parte social, que van juntas. Entonces, lo que nosotros llevamos en SolMun es la parte social. SolMun es para que nuestras presencias en los lugares de misión tengan la seguridad económica de poder hacer proyectos sociales. La otra parte es mucho más amplia: hacer iglesias, capillas, ayudar a catequistas... es otra parte de la evangelización mucho más amplia.

 

¿Qué destacarías de los africanos a la hora de vivir su fe y las celebraciones religiosas?

Yo destaco la naturalidad con la que toman la fe. Hacen las cosas muy naturales, la fe entra dentro de su vida, no es algo que está partido como nosotros muchas veces. Aquí en Europa con frecuencia tenemos momentos de fe, separados de nuestro día a día: este es el momento de fe de la semana, del mes, del año... aquí vivimos la fe de una manera muy delimitada. Para ellos la fe entra dentro del día, de la semana, de todo el año: Dios está presente en todo. Entonces eso se nota en las celebraciones, se nota en los sacramentos, en los encuentros, conversaciones. O sea, la presencia de la vida espiritual se percibe en el ambiente.

 

En estos países coexisten cristianos, musulmanes y otras religiones locales desde hace tiempo. ¿Cómo es esa convivencia, difícil, de respeto, cómo es? 

La convivencia ha sido hasta ahora muy buena. Yo siempre recuerdo cuando murió el Papa Juan Pablo II que los imanes del barrio de Gonzagueville fueron a dar el pésame a nuestro párroco, como representante de la iglesia católica. Hay un respeto. El problema es que se está metiendo el fundamentalismo y eso está creando mucha violencia, sobre todo en Burkina. Donde se han matado sacerdotes y laicos que estaban celebrando en iglesias. Y en Costa quisieron que la guerra civil que sucedió hace 10 años fuera religiosa. Pero gracias al buen entendimiento entre la iglesia católica, la protestante, los musulmanes, los animistas, los jefes tribales... dijeron que ¡ni hablar! Gracias a esta buena relación se impidió. Pero todo eso se puede contaminar cuando hay fundamentalismo, que puede ser musulmán, cristiano o lo que sea. Pero en este momento el fundamentalismo musulmán está penetrando muy fuertemente en África.

 

¿Qué crees que les aporta el descubrimiento del Evangelio, la fe cristiana, en su forma de ver y sentir la vida? 

Pues un Dios más cercano, un Dios que se hace persona, que se hace carne, se hace solidario. Creo que el africano se identifica mucho con el cristianismo porque ellos son personas que viven la fe mucho en lo concreto, no son etéreos, no viven de ideas. Entonces el evangelio se hace carne en la realidad que están viviendo ellos. Entonces lo viven con mucha serenidad. También son muy solidarios y el cristianismo es muy solidario. Se identifica mucho con el modo de ser del africano.

 

Con todas las horas que has compartido con tus hermanos africanos, tanto religiosos como laicos, comparte con nosotros qué es lo que te toca el corazón de esta gente... 

Mi trayectoria en África es muy larga. Empezó en el 2000 hasta hoy, han sido más de 50 viajes, acompañado casi siempre por laicos, religiosos o misioneros, pero sobre todo laicos para que vivieran la experiencia y conocieran la misión. En los dos años que pude vivir, uno en Burkina Faso y otro en Togo, lo que me desborda y más me cautiva del africano, sobre todo del África occidental que es la que yo conozco, es... la inocencia. Es un mundo inocente. Todavía permanece la inocencia. Todavía tienen el sentido de la esperanza, el sentido de dar y no esperar nada, el compartir... muchas realidades que parecen como tópicos pero cuando lo estás viviendo y lo estás conociendo a uno le desmonta todos los esquemas que uno puede llevar del mundo europeo occidental. Ellos son muy de compartir. ¿Y nosotros qué podemos compartir con ellos? Nuestro tiempo, la labor de los proyectos sociales. Nosotros no podemos ir allí como Papá Noel o el plan Marshall, sino compartir lo que tenemos. Esta realidad de Solidarios con el mundo sólo en proyectos, en estos 22 años, ha compartido más de un millón de euros. ¡La cantidad de cosas que se han puesto en marcha y han evolucionado, la gente que se ha formado! Pero nuestras estadísticas no pueden hablar de grandes cosas, no, lo nuestro es una realidad que se está metiendo en la sociedad donde estamos. Son personas concretas. 

En Burkina fuimos los primeros que impartimos una formación en informática, así que los primeros africanos que pudieron trabajar con ordenadores lo fueron por medio de nosotros los carmelitas. Ahora el centro cultural es una biblioteca, también tiene un aula para utilizar ordenadores... pero ¡esto ha sido una academia de mecanografía e informática, cuando empezaba el Windows...! Introdujimos los primeros programas de informática que salieron en uno de los países más pobres del mundo, para que pudiera trabajar la gente del lugar y no vinieran personas de fuera. Esa es nuestra medalla. No es la cantidad de dinero invertido sino que son las personas que se han ido formando y promoviendo. 

 

Seguro que cuando piensas en Costa, Burkina o Togo, se te aglutinan en la mente y el corazón personas, paisajes, sabores, olores.... Comparte con nosotros algún recuerdo significativo.

Las personas que me impresionan mucho son las mujeres. Esas mujeres jóvenes que llevan el niño en la espalda y que van cargadas en la cabeza con cosas... Me impresiona mucho cuando están trabajando en el campo con el niño detrás. Me impresiona esas mujeres que trabajan todo el día y esperan allí para cobrar a lo mejor apenas unos céntimos, para dar de comer a su familia al día siguiente. La fortaleza de la mujer africana me impresiona, es la que saca adelante a la familia y, en definitiva, a estos países. Es una mujer que tira hacia delante.

Como paisaje me impresiona el Sahel, en Burkina Faso. Ahora estamos en pleno harmatán, que es cuando está todo tan seco, todo naranja, cuando aparecen las tormentas de arena del desierto con relámpagos... Ese paisaje para mí no es de pobreza sino que veo en él la fuerza de la naturaleza y ¡la fuerza de esta gente que resiste esto! Hay que vivirlo cuando pasa un harmatán, son vientos fortísimos con tierra que lo secan todo... a mí me impresiona este paisaje y esta capacidad de resistencia de estos pueblos. Es una vida muy dura en todos los sentidos.

En cuanto a los sabores para mí el sabor por excelencia es el mango (nos reímos). Me encanta el mango pero comido allí, aquí en cambio lo como y no me sabe a nada. Tanto en Costa como en Burkina en la época del mango este sabor me impresiona siempre. Y de olores sobre todo en Togo, el olor a leña. Como allí todo se hace a leña porque no hay gas en las casas, pues este olor es muy fuerte, está por todos sitios y lo llevo dentro. También porque he vivido en lugares donde hay pobreza.

 

Unas pinceladas sobre el estado en el que están los proyectos de Togo.

En Togo tenemos unos terrenos que son casi cuatro hectáreas que ya han sido urbanizados. Se ha puesto un muro delimitando el terreno y SolMun va a contribuir con una pequeña parte, porque allí todo es muy caro ya que es importado. A qué se va a dedicar ese terreno lo deben decidir allí, no aquí. Puede ser una escuela, un orfanato... no sabemos, pero la idea es que sea un lugar social, un lugar que pueda promover el entorno.

 

¿Puedes contarnos alguna anécdota de este último viaje?

Pues sí, en relación con la pandemia. Cuando nosotros fuimos ahora a principios de febrero de 2020 se decía que venía una pandemia, pero todavía no estábamos en estos estados de alerta ni de lejos. Y cuando llegamos al aeropuerto, en Burkina, había dos chicas con su bata blanca y con hidrogel para que todo el que saliera del avión se pusiera y había que rellenar una pequeña encuesta para ver si tenías el virus. En Togo igual: tuvimos que lavarnos las manos con gel, pasar por un dispositivo que veía si tenías fiebre o no, y también en Costa de Marfil. ¡Cosas que ni en España ni Francia tuvimos! La anécdota es que estos países tan pobres han sido mucho más previsores. Ojalá que no les llegue, porque si entra... arrasa. Pero han sido previsores dentro de su pobreza. A mí me sorprendió.

 

¿Quieres añadir algo más a modo de conclusión?

Pues puedo decir que el viaje fue necesario y muy positivo. Nuestros frailes africanos están gestionando muy bien y con mucha conciencia los proyectos sociales. Eso también es una gran satisfacción. Hemos constatado que Solidarios con el mundo sigue siendo muy necesaria. Sobre todo, no sólo para mantener los proyectos, sino para que siga promoviendo a esta gente, al africano de estos lugares. Porque mantener un proyecto por mantenerlo no tiene sentido. Para mí este promover a las personas es lo más bonito. La anécdota es ver las caras de las personas que están en nuestro centro cultural, ver las caras de esos jóvenes que van allí a estudiar, que te miran y te dicen con sus ojos... ¡gracias! Qué satisfacción ver que el esfuerzo de tantas personas de aquí, que esta colaboración económica, anímica y espiritual, no es que lo están disfrutando, es que lo están aprovechando al máximo también, ¿eh? Porque está todo impecable, yo en este viaje lo he visto todo muy impecable. Y seguimos siendo necesarios... Me he quedado muy contento.

 

Muchas gracias Pascual, ha sido un verdadero placer entrevistarte y aprender tantas cosas del apasionante mundo africano, tan lejos pero tan cerca a la vez. 

Entrevista a Juan José Rodrigo Ortega ocd, anterior Presidente de Solidarios con el Mundo. (25/05/2019)

 

  1. Juanjo, teniendo en cuenta que has realizado ya muchos viajes a África y que estuviste viviendo allí cerca de dos años, ¿qué evolución has visto a nivel de infraestructuras, sanidad o educación en Costa de Marfil?

Pues la verdad es que yo he conocido el periodo entre guerras y el periodo postguerra. La última vez que estuve, hablando con las gentes del país, percibí que existía una fuerte percepción de inestabilidad política y de corrupción; el descontento social es muy grande, y alguien me llegó a sugerir que no sabía si este periodo que está viviendo ahora Costa es de postguerra o de entre guerras.

La parte en la que los Carmelitas nos hemos asentado es una zona de gran pobreza y ha sido la parte “perdedora” de esta guerra civil. Por lo que muchos se sienten explotados, las desigualdades sociales crecen y muchos no tienen acceso a los servicios básicos de sanidad o educación.

Por otro lado, el país ha mejorado a nivel de infraestructuras urbanas (más carreteras, en mejor estado, más edificaciones y casas de ladrillos), pero sobre todo existe una desigualdad brutal: mucha pobreza que coexiste junto a un grupo de privilegiados que acaparan los beneficios de la explotación de los recursos marfileños.

Porque lo curioso es que Costa es un país con una riqueza inmensa (diamantes, oro, cacao, copra, aceite de palma...) de la que salen constantemente barcos enormes cargados con estos materiales. ¿Quién se beneficia de este comercio? Pues ya os imagináis, pero el pueblo no. Así que hay mucha emigración en busca de otras oportunidades mejores para vivir.

  1. ¿Y qué evolución has visto en Burkina Faso?

En Burkina se nota desde el principio que es un país mucho más pobre y que ahora está siendo azotado también por el terrorismo islamista. Toda la inestabilidad que hay en los países de alrededor le afecta de pleno, más aún, teniendo en cuenta que las fronteras africanas se hicieron con escuadra y cartabón, separando a familias y tribus enteras. Y hoy por hoy hay zonas en las que no se entiende que pertenezcan a distintos países.

  1. ¿Qué diferencia hay entre las ONG que hacen proyectos puntuales y Solmun que tiene una contraparte en los carmelitas que viven allí y forman parte de la población?

Nosotros los Carmelitas Descalzos hemos creado una nueva generación de carmelitas nativos en un tiempo récord. En tan solo una generación ha habido un relevo de los primeros carmelitas que se asentaron allí, como son los padres Maximiliano, Espirindio o Sergio Marqueta. Los nuevos carmelitas nativos son gente con grandes capacidades y muy esforzados. La formación inicial en el Carmelo es muy seria, lo cual hace ya una criba grande de personas. Quien piense que hay africanos que se han hecho carmelitas huyendo de la pobreza o buscando comodidades, se equivocan de lleno, y no conocen a nuestros religiosos africanos. Evidentemente no son perfectos, como tampoco nosotros lo somos. Pero quien pasa y completa los procesos de formación, y así se está demostrando, es por pura vocación religiosa, espiritual y carmelita. Ya que con la formación de estudios superiores que les damos de teología y demás podrían irse a trabajar a cualquier otro sitio y no lo hacen, sino que siguen entregando su vida a Dios en la orden. Es por ello que pueden estar al frente de cada uno de los proyectos que Solmun ha desarrollado, y ellos supervisan todo, nos aportan la información, nos dan cuentas de los gastos y de los problemas o las necesidades.

  1. ¿Con qué finalidad fuiste este penúltimo viaje en el que también se fue tu madre Amparo, la cual trabaja con mucha pasión desde Xirivella para Solmun y también Mª Teresa Porcar, la encargada de proyectos?

Hacía más de un año que no íbamos a revisar los proyectos y había que ir a revisarlos todos. Además, mi madre ha colaborado mucho y está muy implicada en todos los proyectos desde Xirivella y quiso ir a conocerlos de primera mano. Con lo cual puede dar testimonio a sus paisanos, que tanto también colaboran con Solmun, de todo lo que ha visto. Además de que iba como compañía y soporte.

Hay demasiada distancia entre África y España y no es suficiente la comunicación telefónica o vía email. Hay que ir al sitio, hablar con todos los implicados en los proyectos. Verlo con los propios ojos, pues es la única manera de entender cada una de las realidades y por tanto de actuar adecuadamente.

En todos los proyectos seguíamos el mismo esquema de trabajo: primero hacer un histórico de lo que se había hecho, después ver el sentido de continuar con los proyectos, ver si tenían que ser reformulados, o si tenían algún problema. Además, ahora estamos en un momento nuevo en el que prácticamente no hay subvenciones de ningún ente y las pocas que hay son de enormes cantidades dirigidas a organizaciones con una infraestructura mayor que la nuestra. Pero nuestros proyectos tienen necesidad de dinero para mantenerse y continuar. Por ejemplo, el mantenimiento del pozo de agua potable, la compra de libros, el pago de los salarios de los empleados del centro social-biblioteca, o el centro de salud...

Para la continuidad de los proyectos no hay subvenciones: éstas se dan para construir algo, para comprar un coche... pero ¿cómo se paga la gasolina del coche o las reparaciones del taller? Por eso, es gracias a las cuotas de los socios que se pueden mantener los proyectos con una cierta estabilidad. Todas esas pequeñas cuotas de los socios hacen posible que se puedan mantener y mejorar los proyectos iniciados en su día gracias a una subvención.

  1. Hiciste también un último viaje con un equipo de odontólogos. Cuéntanos cuál era la finalidad y qué población se ha beneficiado de esta acción.

En esta ocasión fui con la Dra. Serna, de Caravaca, con su marido Juan de Dios y con una enfermera que ellos conocían. Se llevaron un equipo portátil con todo lo que ellos necesitaban de material odontológico. Fuimos primero a Burkina Faso y luego a Costa de Marfil. Actuamos principalmente en nuestros dos orfanatos, aunque finalmente se acababa beneficiando más población: sus familiares sin recursos. Al final atendimos a varios cientos de personas, porque aquello fue un no parar, fue agotador, además de tener que trabajar en un espacio tan poco acondicionado como teníamos. Yo hice de traductor y ¡hasta de ayudante! ¡He aprendido mucho de higiene bucal! (Nos reímos). Y a veces había que hacer hasta una doble traducción, pues no todas las niñas hablan francés y la hermana tenía que traducirla primero desde su lengua local al francés, y después del francés al español.

Había niñas que estaban muy cohibidas, casi muertas de miedo por la inusual presencia de blancos con unos aparatos que no habían visto nunca. Se notó muchísimo la diferencia de nivel entre Burkina y Costa de Marfil: Burkina mucho más pobre. Había cosas que nos impactaban: vimos niñas que venían con un miedo... Y luego les veíamos las cicatrices enormes en las piernas y claro, entendíamos que habían sufrido un maltrato brutal.

También me acuerdo mucho de una niña en especial: Marie. Esta niña llegó con mucho miedo a la consulta improvisada que teníamos. ¿Quién no tiene miedo cuando va al dentista? Pero llegó también con muchísimo dolor. Tenía al menos 4 caries, algunas profundas y un agujero en uno de los dientes frontales que se veía muchísimo. La doctora estaba exhausta, pues era ya el último día, pero no quiso dejar ese agujero así y se lo tapó con un empaste. Cuando la niña se vio en el espejo, la sonrisa que le apareció en el rostro fue alucinante: toda su autoestima se vino arriba. ¡Hala! ¡Qué maravilla fue ver su reacción, solo por eso ya mereció la pena el viaje!

Su marido, mientras, hizo un reportaje fotográfico y de vídeo, porque es amante de la fotografía. Se trajo muchísimo material y en cuanto pueda lo organizará para hacer una exposición.

  1. Seguro que resultará preciosa esa exposición, espero que no tarde mucho en organizarlo y podamos llevarla a varias sedes de Solmun. Juanjo, ¿qué te impresiona más de los africanos?

Es muy difícil sintetizar. Creo que uno que no ha ido a África no se hace a la idea de cómo podemos estar en España hablando y discutiendo por cosas que en realidad son superficiales, no valoramos lo que tenemos ... Por una parte es tan distinto todo: la filosofía de vida, la manera de vivir... Cuando uno viaja a estos lugares... cambia. Cambia porque uno que ha salido del pueblo cuando vuelve y escucha las rencillas las sitúa en su nivel, como cositas de pueblo. Y cuando ha salido del país y del continente y escuchas hablar a personas que no han salido nunca de su ambiente natal, pues ves que las cosas no son tan así, que hay gente buena y mala, de todos los colores y en todos los lugares. Pero son situaciones muy distintas, en realidad el hombre es el mismo, somos todos humanos cada uno en su circunstancia. ¿Por qué me ha tocado a mí ser blanco y vivir en mi cultura y a otros no? Porque me ha tocado. Te planteas muchas cosas así. En África hay mucho contraste entre el mundo urbano y el mundo rural. Las diferencias son muy salvajes. Y ves un mar de necesidades donde puedes dar una gota de alivio. Pero vuelves siempre con más preguntas que respuestas.

Cuando uno va la primera vez escribiría un libro con todo lo que ve, te sientes un explorador, también crees que sabes mucho sobre ellos después de estudiar tanto. Pero cuando llevas ya un tiempo con ellos pones muchos matices a las observaciones que has hecho: “no era tan así”. Cuando ya estás yendo una cantidad de años dices: “estoy en un universo desconocido del que no sé nada”. Cuanto más sabes de algo, más descubres tu ignorancia sobre ese algo. Así que hay que ir con mucho respeto. La estructura humana es clara: tenemos dos oídos y una boca, luego hay que escuchar más de lo que hablamos. No precipitarse en los juicios. Es verdad que muchas veces no entendemos muchas cosas. Nuestra manera de actuar es muy distinta a ellos, así que hay que ser cautos, prudentes... Hacemos lo que podemos y creemos que lo estamos haciendo bien, pero tampoco podemos implantar objetivos de empresa, porque te llevas muchas sorpresas con todo, con la gente, tanto para bien como para mal. Al final, si uno está en esto está por lo que está. Porque el que quiere ir a África simplemente a llenar su ego y decir “qué bueno soy” y cuántas satisfacciones me llevo y tal, con dos viajes es suficiente.

  1. Quien va a África suele decir que se enamora de este continente, por otro lado, con tanta variedad de paisajes y de costumbres. ¿Te gusta ir a África?

Tiene su atractivo, evidentemente. África es un continente vivo y joven, pero tiene sus dificultades. Vas a África porque tienes que ir, por coherencia interna: estás metido en un proyecto y quieres que salga adelante. No voy de vacaciones, voy para supervisar los proyectos, además de que lo disfrutas, porque has de disfrutar de todo lo que haces, pero nunca me iría allí de vacaciones. Son lugares donde hay que ser muy cautos, prudentes, donde lo pasas mal en algunas ocasiones.

Pero en África hay gente buena que sufre, que nos necesita y por todos estos seguimos haciendo estos proyectos y tenemos unos religiosos que están llevando el Carmelo allí y que junto a esta labor espiritual están llevando a cabo estos proyectos. Y nosotros los queremos apoyar, aunque pasemos calor, etc. ¡Claro que también disfruto cuando estoy con mis hermanos de Costa de Marfil, porque me gusta estar con ellos!

  1. Seguro que cuando piensas en Costa y Burkina se te aglutinan en la mente y el corazón personas, paisajes, sabores, olores.... Comparte con nosotros un poco tus recuerdos más significativos, alguna anécdota...

En cuanto a sabores: el picante... Me acuerdo de una vez que fuimos con unos cooperantes y fuimos a un sitio a que nos prepararan un arroz y les pedimos que por favor no pusieran picante, porque no estaban acostumbrados. ¡Pues aquello era una cosa de picante que me lloraban hasta las orejas! Y nos decían: “¡si casi no le hemos echado picante! ¡Es que si no le ponemos un poco no sabe a nada!”. Es tremendo.

En cuanto a olores: están, por un lado, los olores de las especies, por otro lado, la de las aglomeraciones humanas. Pero hay otra cosa: la contaminación. Tenemos dos ambientes muy distintos. El ambiente de nuestras casas en Burkina es muy limpio porque está en una zona rural, es la sabana africana, hay unos cielos claros, no hay nada de industria. Pero África es el chatarrero de Europa y de América; los coches y camiones que en estos continentes ya no sirven, aquellos que aquí te multarían por ir con ellos y no pasarían la ITV, los cargan en barcos y se los llevan allí. Y mientras el coche funcione, con 40 ó 50 años, pues los mantienen en circulación. Y claro, tiran unos humos negros muy contaminantes.

Nuestra casa de Costa de Marfil que está al lado de la carretera, entre la humedad del mar y la contaminación de tantísimos camiones y coches viejos, tiene las paredes negras, y eso va a nuestra respiración también y se traduce en enfermedades, en todo. No olvidemos que estamos hablando del vertedero del mundo desarrollado.

En cuanto a paisajes son idílicos. Yo nunca había hecho turismo allí, pero en este último viaje en el que acompañé a esta pareja (la dentista y su marido) para hacer de traductor y ayudarles en el tema de seguridad, etc. sí que he podido ver cosas que no había visto nunca. Por ejemplo, los manglares, parques naturales y te das cuenta de la riqueza que supone África en muchos niveles. Y también pude ver paisajes devastados por la mano del hombre. Me comentaba gente de allí que en los años 60 las tribus vendían selvas a 2000 francos (3€) la hectárea, y por ese dinero devastaban árboles centenarios que acababan siendo maderas preciosas para Europa y los convertían en cultivos de piña.

La piña es un matorral, como la alcachofa, y cuando la cortas esa planta ya está muerta hasta que plantas otra. Con el cultivo de la piña se devastó una zona inmensa que era selva tropical. Pero llegó un momento que en lugar de comprar la piña a Costa de Marfil se empezó a comprar a Costa Rica, porque allí son más grandes; así es la competencia. Entonces se arruinaron las compañías de Costa que se dedicaban a la piña y se dejaron abandonadas hectáreas enteras, así como todo el sistema de viviendas para los trabajadores que hicieron en torno a ellas. Así que pasas por kilómetros y kilómetros en los que pasas del bosque al matorral que son estas antiguas plantaciones, donde ya no se ha plantado nada. Así que en una zona donde el bosque daba de comer a las tribus que vivían allí, se ha acabado con todo para tener materias primas aquí o para el comercio, pero luego ya no ha habido alternativa. Se les abandona y ya está. Pero esto se ve viajando, claro.

¡Muchas gracias Juanjo por compartir tantas experiencias! Ha sido muy enriquecedor e interesante, además de un momento muy agradable escucharte aquí, en el claustro del convento de los Carmelitas de Burriana. 

 

Entrevista con Amparo Ortega

Amparo con Romain y con Juanjo, su hijo y carmelita descalzo.

Amparo Ortega es voluntaria y coordinadora de las actividades de Solidarios con el Mundo que se realizan en Xirivella (Valencia)

 

Hace poco tuvimos a una de nuestras voluntarias más activas dentro de la familia de Solidarios con el Mundo visitando nuestros proyectos en África. Ella está jubilada, no está perfecta de salud, pero tiene una voluntad enorme y un corazón de oro. Queremos que comparta con nosotros su experiencia.

 

1. ¿Qué ha supuesto para ti en tu vida formar parte activa de SolMun-ocd? ¿Qué te ha aportado?

            Soy socia de Solmun-ocd casi desde el principio de su creación. Para nosotros era una forma de ayudar, pero todo cambió cuando fui a África la primera vez, cuando me quedé viuda. Desde entonces, viendo lo afortunada que he sido, y viendo la necesidad de ayuda que tenían estas gentes, mi vida cambió.

2. ¿Qué te anima a colaborar con tanto tesón y constancia, de forma desinteresada?

        Me animé a colaborar con mi granito de arena al ver que con mi tiempo puedo hacer algo para que la vida de estas personas sea algo mejor.

3. ¿Qué te impresionó más de tu reciente viaje a Costa de Marfil, de las gentes, el ambiente, los proyectos?

       Ver los proyectos realizados: tanto el Hogar Betania con esas niñas tan maravillosamente cuidadas, la escuela con sus 750 alumnos tan bien atendidos, el Instituto de Secundaria (Lycée) casi terminado como el consultorio médico con sus salas. Allí en África es un lujo poder hacerse ecografías estando embarazada, y además tiene sala de partos y otras opciones de asistencia médica.

4. ¿Y qué te impresionó más de Burkina Faso como país o de nuestros proyectos?

      Me impresionó ver que ya tienen algunas carreteras de población a población, que sus casas ya no son de palmeras como yo las recordaba del primer viaje, ahora son de adobe. Me impresionó también ver la granja escuela, que ya empieza a producir. En definitiva me impactó el ver los proyectos realizados en marcha y ver que nuestro esfuerzo vale la pena.

5. ¿Tienes alguna anécdota en particular de tu viaje africano?

       Me emocionó ver a Romain, un niño que gracias al pequeño sacrificio de algunos se pudo operar y vive.

6. ¿Te trajiste en el corazón a alguien en especial de África? Quizás la historia de algún niño, algún adulto, religioso...

      Sí, me traje a todos esos niños y niñas y a esos misioneros que están tan generosamente dando su vida por los demás.

7. Seguro que tienes un buen equipo contigo trabajando en Xirivella (Valencia), porque con todas las actividades (galas, venta de lotería, de buñuelos...) que hacéis hace falta la implicación de varias, si no muchas personas.

      Los que más dedicamos tiempo formamos un equipo más bien reducido. Pero hay mucha gente que valora nuestro esfuerzo y que de algún modo nos ayuda.

8. ¿Recomendarías a los jóvenes de hoy día que se hagan solidarios de alguna causa? ¿Por qué?

       Sí, sin lugar a dudas, porque se recibe más de lo que se da. Y realmente hace falta que cada uno de nosotros dediquemos parte de nuestro tiempo a la causa que a uno le toque más el corazón, porque no hay que olvidar que hay mucha gente necesitada de muchas cosas, pero sobre todo, de amor.

 

Mil gracias Amparo, ¡¡¡eres un ejemplo para nosotros!!!!

 

 

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